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El periodismo será libre o no será

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Noticias falsas, “bulos”, desinformación… Con el objetivo de conseguir clics, ganar elecciones, tener beneficio económico, circulan en los medios un gran volumen de noticias que no son ciertas.

Un ejemplo muy actual y que ahora mismo está operando, nos traslada a la DANA y la gestión de sus impactos en el País Valenciano. Un momento en que, aprovechando la sed de información de la población, cuentas de redes sociales han difundido cifras de personas desaparecidas que no estaban contrastadas, o han generado mentiras conspiranoicas sobre qué estaba escondiendo o no el Gobierno. Y lo mismo con la reciente victoria de Trump, en la que también han jugado un papel importante las redes sociales y sobre todo el canal X, de su amigo Elon Musk. La audiencia parece preferir informarse a través de los varios canales de redes sociales, y a través de ellos las fake news se hacen virales sin control.

Otros ejemplos son las cifras hinchadas de audiencia de la Copa América, las teorías racistas de la supuesta “gran sustitución” o negacionistas del cambio climático que afirman que fumigan el cielo para evitar que llueva.

En la primera edición de la [esc]hola, la escuela compartida de Som Energia, Som Mobilitat y Somos Conexión, que ha tenido lugar el fin de semana del 8 al 10 de noviembre del 2024, se llevó a cabo, entre diversos talleres y ponencias sobre las cuidados, la diversidad y la conquista de los derechos,  una mesa de debate entorno a las fake news y el periodismo.

Este artículo recoge las voces de las tres periodistas que participaron: Magda Bandera de La Marea, Jesús Rodríguez de La Directa, y Carme Verdoy de Mèdia.cat.

¿Es acertado hablar de fake news?

Las noticias falsas existen desde que existen los medios de comunicación (en sus diversas formas), pero hace poco que se ha instalado el uso del término en inglés. Esto, ya es un debate en sí mismo.

En primer lugar, porque no es un término inocente: fue introducido por Trump durante la campaña de la presidencia de los EE. UU. en 2016, para atacar el periodismo riguroso. Paradójicamente y como decíamos antes, una de las personas que más ha hecho por la desinformación. Nos lo explican desde Mèdia.cat, el Observatorio catalán Crítico de los Medios. En mèdia.cat prefieren hablar de desinformación, nos aclara Carme Verdoy, periodista del Observatorio. Desinformar, explica, es “difundir intencionadamente mentidas o medias verdades con el propósito de manipular la opinión pública”.

Magda Bandera, del diario La Marea, coincide en la importancia de fijarnos en la nomenclatura: usar el término “fake news”, descontextualitza y le quita importancia. Hay que ”hablar de mentiras y manipulación», términos que nos refieren a los motivos, no solo al hecho “falso”.

Y el periodismo, afirma Carme Verdoy, tiene que servir precisamente para luchar contra esta desinformación.

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Jesús Rodríguez (hablando), Magda Bandera (a su derecha), y Carme Verdoy en la ponencia «El Periodismo será libre o no será», en la [esc]hola. Fotografia: Àngel Garcia

¿Por qué existe y a quien interesa la desinformación?

Partimos de la premisa que la información no es objetiva y que siempre la recibimos situada, según el medio, y las periodistas, sus ideas y líneas editoriales.

Cómo nos dice Jesús Rodríguez, puede haber “inercias de trabajo que pueden llevar a publicar cosas no contrastadas”, comenta el periodista. Y además “los intereses políticos o empresariales siempre han condicionado la veracidad de las informaciones publicadas a los medios”. Esto quiere decir que las dinámicas en los medios y la velocidad con la cual se trabaja puede hacer que no se contrasten siempre los datos ni las fuentes desde donde se hace llegar, y se puede llegar a publicar información que no es cierta.

El problema, pero, “es la mentira consciente”, aclara Jesús: cuando hay medios o personas que se dedican a publicar información que es directamente mentida, y que además, esto les da beneficio o rédito, sea económico o bien político (¡o más seguidores en redes sociales!).

Y de hecho, es este el principal objetivo de la creación de información falsa o tergiversada: responden al interés de manipular la opinión pública.

Son plataformas web muy características, con un marcado discurso reaccionario y que fomenta discursos de odio. Jesús de La Directa las describe como «trincheras sin ningún código deontológico ni nada de aprecio por la profesión». «De hecho», afirma, «funcionan como gabinetes de prensa con forma de medio de comunicación, adscritos a partidos como Vox o a grupúsculos de extrema derecha que quieren imponer un relato». La desinformación que publican este tipo de medios apuntala este relato contra la inmigración, contra los derechos de las mujeres, se ríe de la emergencia climática y ridiculiza toda la lucha por la diversidad sexual y de género. «Tienen una agenda reaccionaria y al servicio de una cierta oligarquía empresarial, se aferran a privilegios que han heredado y su misión es que nada cambie» o, incluso, dice, que la sociedad contemporánea «involucione» en materia de los derechos humanos conseguidos hasta ahora.

“Las fake news quieren manipular la opinión pública de manera determinada y difundir mentiras o medias verdades. Por lo tanto, si no somos capaces de detectarlas y tener una mirada crítica, podemos caer al comprar estos discursos”, explica la periodista de Mèdia.cat. Y que estos discursos, añade Jesús, acaben dibujando como ven el mundo las personas lectoras.

Pero hay algo más grave, asegura el periodista de la Directa: “lo más grave es la estigmatización de amplios sectores de la sociedad, que acaban convirtiéndose en un saco de boxeo de estas prácticas”. ¿Qué quiere decir con esto? Lo ejemplifica: “las mentiras o montajes contra personas migrantes, trabajadoras sexuales, personas en situación de sinhogarismo, se publican con absoluta impunidad”. Y esto pasa, afirma, «porque la extrema derecha sabe que tiene vía libre para cosificar estas personas y aprovecharse de su precariedad, que nadie contratará ningún abogado para llevarlos a juicio».

Por eso es tan importante “no perder la mirada crítica, ser capaces de huir de la sobre información y confiar en determinados medios de comunicación y periodistas que hacen periodismo riguroso”, concluye Carme Verdoy.

¿Qué canales y métodos se usan? El papel de internet y las redes sociales

“La desinformación la puede concebir y promover cualquier persona, asociación o quien sea que tenga unos intereses determinados. Pueden ser instituciones, partidos políticos o incluso supuestos medios de comunicación”, explica Carme Verdoy.

Es difícil escapar, porque nuestro entorno está lleno de canales por donde nos llega información, y por tanto por donde también se nos puede colar la desinformación. Magda Bandera nos describe unas cuántas:

Una fuente por donde nos llega la desinformación es el contenido patrocinado, los publirreportajes, los anuncios encubiertos. Es un contenido cada vez mejor camuflado entre las noticias, que “está diseñado para que sea difícil de distinguir” de la información veraz. “Es interesante”, comenta la Magda, “ver como los medios han ido cambiando el nombre”, para esconder que, en el fondo, es información que están publicando a cambio de dinero. Las reconoceréis porque son noticias o contenidos que hablan acríticamente de empresas -a menudo grandes empresas- que necesitan aumentar visibilidad y clientes, o un buen un lavado de cara.

El clickbait y el contenido evergreen son otro terreno fértil para la información manipulada. Estas dos palabrotas hacen referencia a los contenidos web pensados para llamar la atención y generar tráfico en las páginas web. Es decir titulares (en el caso del clickbait) y textos (en el caso del evergreen) que pueden tergiversar los hechos para generarnos curiosidad y hacer que hagamos clic en los enlaces que nos proponen. Cada clic suma al contador que hará que la web en cuestión esté mejor posicionada en los buscadores de internet.

Las redes sociales son un lugar muy común donde extender mentiras, “porque es contenido fácil de viralizar”, señala.

Además, con la democratización de internet y el uso cotidiano de las redes sociales, estamos expuestas a un montón de información, y el volumen de desinformación que leemos, se multiplica. En este sentido, Jesús Rodríguez afirma que “hoy cualquier persona puede crear un medio de comunicación y, por lo tanto, la probabilidad que se intoxique la población con mentiras cocinadas por intereses oscuros es mucho más elevada”.

“El caso extremo”, explica el periodista, son las personas (con cuentas en redes sociales) o webs que “elaboran informaciones falsas premeditadamente, y que convierten en armas arrojadizas, sabiendo que tendrán gran impacto en las redes sociales”. Por mucho que después lo desmientan, el mal ya está hecho, y la rectificación no llegará a nadie.

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Fotografía: Àngel Garcia

¿Cómo nos podemos “proteger”?

“Tenemos que volver a aprender como consumimos la información”, afirma Jesús Rodríguez, porque el cerebro humano “no está capacitado para procesar millones de imágenes y datos cada día”.

Carme Verdoy nos da algunas claves para este aprendizaje, que es, en realidad un desaprenender o un reaprendizaje:

  • “en primer lugar, id más allá del titular”, dice. Es decir, leamos la noticia, tengamos curiosidad por el hecho que explica.
  • Y continúa: “mirad de donde viene esta información”. Es importante fijarse si aquella información la han publicado más medios. Ser conscientes de donde se está publicando, y si es un medio de comunicación o no, o si es fiable.
  • Otros consejos útiles pueden ser fijarse en las fechas de las noticias que se publican, y una vez dentro del texto mirar si hay datos y de donde se supone que proceden. 

En esta gran tarea de reaprender, entra también la responsabilidad de los medios, asume Jesús Rodríguez: “tenemos que ordenar la avalancha de noticias y añadir los elementos indispensables de contexto que ayuden a entender un hecho concreto, acompañándolo de voces diversas que despierten el espíritu crítico de la audiencia”.

Añade Carme Verdoy que a pesar de “la precariedad, la carencia de trabajadoras, las prisas con las cuales se trabaja” que en el mundo del periodismo “juegan en contra del rigor”, “hay que hacer más periodismo riguroso para que la desinformación no se convierta en noticia”.

En este sentido, destaca el Mapa de la Censura, creado en el año 2015 por el Observatorio Mèdia.cat –impulsado por el Grupo de Periodistas Ramon Barnils–, que recoge incidentes que coartan la tarea de los periodistas o que pueden restringir la libertad de expresión o el derecho a la información de la ciudadanía en los territorios de habla catalana.

El Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC) también pone a disposición de la ciudadanía la posibilidad de denunciar la falta de honestidad informativa. La queja o denuncia es evaluada y el consejo actúa según sus competencias.

En cuanto al ámbito institucional, tanto Magda Bandera, Jesús Rodríguez como Carme Verdoy coinciden en el hecho que tiene que haber acciones para evitar el impacto de la desinformación, sea en personas concretas o en grupos vulnerables. Proponen la retirada de financiación pública de aquellos medios de comunicación que difunden desinformación.

Otra medida sería la interposición de acciones judiciales cuando se proceda, como por ejemplo en casos de difamación o delitos de odio, o la inversión en educación mediática para colectivos que no lo tienen tanto al alcance.

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Fotografía: Àngel Garcia

 

El antídoto: el periodismo crítico y riguroso

“La gente, además de entretenerse y observar imágenes impactantes en YouTube e Instagram busca respuestas a preguntas trascendentes, y esto no lo podrá dar nunca la información basura”.

Nos encontramos en un momento en que el vaso derrama de información, en que sufrimos un bombardeo de noticias, a menudo llenas de imágenes impactantes y violentas. Es cierto que el mundo está así de mal, pero cuando esta información nos llega, intencionadamente descontextualizada y desconectada de análisis estructurales, acaba generando lo que el periodista denomina “angustia informativa”. Un estrés que desencadena en todo lo contrario de la información: hace que, como autodefensa, queramos desconectar de los medios, que sintamos desafección por la política y situación del mundo.

Cuando más conviene tener el radar activado es en momentos como estos, muy tensados, nos advierte Carme Verdoy. Las campañas electorales, por ejemplo, o la situación que atravesamos actualmente con la catástrofe de la DANA son un caldo de cultivo perfecto para reproducir fácilmente fake news. “Es un momento en que la extrema derecha ha aprovechado para esparcir mentiras en las redes y con el momento de sobre información hay quien no se ha parado a informarse de quién estaba difundiendo según qué”.

Por suerte, comenta Rodríguez, “no todo es clickbait. Dice esto convencido “que la calidad también es premiada por las lectoras: “contenidos muy elaborados, con alto valor añadido de fuentes, documentos y testigos cada vez tienen más recorrido y generan más concienciación”.

Es urgente una respuesta colectiva y esta ya está en marcha. Desde la educación se está trabajando en formar una ciudadanía crítica en su relación con la información; desde la tecnología se están desarrollando herramientas para identificar y frenar la desinformación; y desde el periodismo se reclama una defensa sin brechas del compromiso con el rigor y el contraste, así como la apuesta por la calidad. A pesar de que parar el impacto de la manipulación informativa no será sencillo, con estas herramientas y una sociedad más consciente, tenemos la capacidad de construir espacios informativos más transparentes y menos vulnerables a la manipulación. El futuro de la información verídica depende de nosotras, y la lucha apenas empieza.

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