Usos de la tecnología en la educación: ¿es posible un equilibrio?
Para este artículo hemos contado con las compañeras y colaboradoras integrantes del programa Café y Social Media de la cooperativa CIPAIS (Centro de Intervención Psicológica, Análisis e Integración Social), entidad con la que este curso hemos empezado a intercooperar para realizar los talleres para familias sobre infancia y pantallas.
Nos ha parecido muy importante que personas que se dedican al ámbito educativo hablen en primera persona al respecto. Por tanto, este artículo está hecho por ellas. Os dejamos con su texto:
El debate sobre la tecnología en las aulas. Hablan las educadoras
Durante los últimos años hemos vivido una situación sobrevenida, que nos ha hecho aceptar retos y cambios para los que no estamos preparadas en ninguno de los ámbitos de nuestra vida.
Las pantallas han aterrizado en las aulas con fuerza: la educación se ha digitalizado.
Con la pandemia todo se aceleró, y la comunidad educativa tuvo que adaptarse a marchas forzadas al nuevo paradigma, destinando muchos esfuerzos a dar continuidad a la labor educativa en la infancia y adolescencia en un contexto muy complejo.
Ellas son Laura Almagro Mediñà, pedagoga y gestora de proyectos educativos científicos, e Iris Roch Ardanuy, gerente de CIPAIS y especialista en acompañamiento de familias y comunidad educativa sobre el uso de pantallas en infancia y adolescencia.
La pandemia y la digitalización de la educación
Con la crisis de la COVID salimos del paso como pudimos, pero la situación de confinamiento para la mayoría de las familias resultó angustiosa. Recordemos a las familias haciendo malabares en casa mientras se extendían palabras como teletrabajo o expedientes reguladores temporales de trabajo, y mientras la incertidumbre y crisis económica y sanitaria hacían tambalear el clima social.
Las horas se nos llenaban de videollamadas, familiares y de trabajo, por no perdernos detalle durante aquellas semanas, que se convirtieron en meses. Y todo esto bajo la mirada atenta y preocupada de niños y jóvenes.
Niñas y adolescentes debían conectarse para seguir aprendiendo y encontrándose con compañeras y docentes, utilizando herramientas que el Departamento de Educación puso a disposición.
El alumnado de grado superior de primaria y toda secundaria disponía de más conocimientos y facilidades a seguir, pero para las más pequeñas resultaba más difícil que les llegara todo el aprendizaje y entretenimiento a través de pantallas.
Las docentes se sintieron presionadas por una digitalización forzosa, acogiendo la creación de una nueva figura: el/la referente digital en los centros educativos. Esta figura ha ido ocupando un puesto de asesoramiento y formación en los centros, aunque a menudo denuncian la falta de formación especializada que tienen en este ámbito.
Ya hace cuatro años, y lo que parecía un ajuste provisional, se ha convertido en permanente. Muchos centros escolares sustituyen cada vez en mayor medida el papel por la pantalla, con sus ventajas, pero también con todos los riesgos asociados.
Todo proceso de cambio trae consigo un movimiento convulsivo y revolucionario, que es natural y necesario: el cuestionamiento del cambio, el pensamiento crítico y el espacio de reflexión.
Escuchamos las señales de alarma en casa y en las aulas
Esta aceleración de la que hablamos se da cuando, de un día para otro, cada niño y adolescente tiene un dispositivo tecnológico portátil solo para ella/él.
Y, es que, como sabemos, en 2020 se distribuyeron Chromebooks (ordenadores portátiles distribuidos por la multinacional Google) al alumnado. El objetivo era que trabajaran de forma más digitalizada y más autónoma. Con un añadido: se responsabilizaba a las familias del uso de este aparato.
En nuestros encuentros con las familias, a menudo aparece la crítica hacia este hecho. Y hacia el nuevo uso educativo de los dispositivos y herramientas tecnológicas, en el aula y en los hogares, que esto ha implicado. De hecho, muchas dudas se derivan de esta situación:
- ¿Hasta qué punto los ordenadores sustituyen al papel?
- ¿Cuál es la edad recomendada de uso de las pantallas?
- ¿Cuántas horas pasan delante de la pantalla cuando están en el aula?…
- …¿Y cuándo hacen las tareas en casa?
En el ámbito educativo, sanitario y tecnológico, deben ir juntos para acompañar con responsabilidad y compromiso estas inquietudes. Un primer paso para ello es que las familias tengan acceso a la información sobre el plan de digitalización de cada centro educativo, así como la posición frente al uso de los dispositivos móviles.
Además, queremos profundizar en tres aspectos que se derivan de la introducción de las tecnologías digitales en las aulas:
- Los intereses privados de las empresas que comercializan las plataformas que más utilizamos: los datos que extraen.
- Muchas herramientas que parecen juegos innocuos pueden llegar a convertir la experiencia educativa en competencia y rivalidad entre el alumnado, si no se utiliza adecuadamente.
- Cuando la digitalización llega a todos los centros educativos y hogares, se generan brechas entre aquellas que ya saben cómo funciona (y de los peligros que implica), las que tienen disponibilidad y tiempo para dedicarse a acompañar… y las que no. Es decir, se acentúa la brecha socioeconómica preexistente.
¿Qué hay detrás de la digitalización de la educación? Extracción de datos
Hay otra cuestión que escapa a la intervención que puedan realizar docentes y familias:¿quién está detrás de estas herramientas tecnológicas y plataformas digitales que tanto utilizamos?
Un gran volumen de centros educativos utilizan Google como proveedor de servicios. En muchos casos porque no existen muchas más opciones al alcance.
La multinacional estadunidense “ofrece” multitud de servicios, herramientas y plataformas que facilitan nuestro día a día. Pero, por su parte, tiene unos objetivos y valores muy alejados de la vocación social y educativa.
Podría haber alternativas: un servidor y aplicación propias, con la que se pueda decidir y proteger el uso que se hace de los datos personales.
Evitamos la competencia y las recompensas, que promueven el individualismo
¿Habéis oído hablar de la “gamificación”? Es convertir cualquier experiencia en un juego. En ese caso, a través de plataformas y aplicaciones digitales.
Un ejemplo es Innovamat, una propuesta educativa que trabaja habilidades matemáticas como el pensamiento computacional a través de la robótica y los videojuegos. El premio al progreso en el aprendizaje es un tiempo de juego «lúdico» dentro del mismo programa.
Esta situación nos aporta nuevas dinámicas de aprendizaje que pueden resultar una ventaja. Pero nos gustaría sobre todo detenernos en el aspecto de la recompensa en forma de juego (como si aprender no pudiera ser divertido en sí).¿Queremos que los niños y niñas aprendan que, después de cualquier tarea, pueden encontrar una recompensa? ¿Funcionará así su día a día? Y si no tienen, ¿qué les va a pasar? Activar este circuito neuronal y asociar el aprendizaje a una motivación con recompensa externa, tiene sus riesgos.
Otras herramientas tecnológicas, como Kahoot o Genially, también se utilizan asociadas a recompensas. Utilizan puntuaciones, que generan un ranking de posiciones del alumnado… lo que deriva en comparaciones entre individuos. ¿Promover la competencia entre alumnos es un modelo integrativo para todos y todas?
A veces caemos en dinámicas que pueden llevar asociadas heridas en la autoestima de niños que están formando su identidad. En este caso existe una solución sencilla: se pueden crear propuestas a través de estas herramientas digitales, sorteando sus dinámicas individualistas, como trabajar en equipos, o evitando que los rankings sean visibles.
¡Que la digitalización no acentúe las desigualdades!
Por último, llegan quejas relacionadas con que se pida a las niñas y adolescentes trabajar en el aula a través del móvil personal. Y esto pone de relieve el hecho de que “todas deberían tener teléfono móvil”. Obviando que no todas lo tienen… ya sea por opción familiar o por motivos económicos.
Es necesario, entonces, ser claras: ¿el móvil es una herramienta educativa?
Es importante establecer los distintos usos y necesidades de la tecnología que tienen los niños en sus etapas de desarrollo. Un menor no debería utilizar un dispositivo móvil propio en el aula, cuando existen ordenadores y tabletas específicas para el uso educativo.
Y aquí nos posicionamos: el móvil tampoco debería ser necesario para las niñas y niños en los espacios de socialización y ocio, como es el recreo.
Bien, insistimos: señalamos y marcamos bien la diferencia entre la función del móvil y la del ordenador o la tableta en el aula para realizar una tarea educativa.
¿Cómo protegemos y acompañamos en el uso de la tecnología?
La protección absoluta no existe. Es necesario que lo tengamos claro: en el entorno digital, como en el entorno físico, podemos encontrarnos vulnerables. Por eso hacemos tanto énfasis en la importancia que las familias tengan nociones de ciberseguridad, para protegerse y configurar los dispositivos de los menores, evitando lo máximo posible, intrusiones.
Las niñas y los niños deben aprender, de forma progresiva, a utilizar las herramientas y recursos tecnológicos, porque formarán parte de su día a día. La pregunta clave es: ¿cómo?
Parece obligatorio, casi inevitable, que las familias dispongan de las herramientas y plataformas digitales, y dominen cómo funcionan para acompañar a los menores en su uso. Para nosotras, este es el punto en el que es necesario insistir más, ya que es el más conflictivo y frágil.
Y eso… ¡Cuesta trabajo!
A menudo, por miedo a la desprotección de sus niños, y por la inseguridad que provoca el mundo digital, las familias optan por utilizar el control parental. Esta nos aparece como la opción más eficaz cuando se carece de referentes y formación para poder acompañar a las hijas e hijos.
Nosotros queremos encontrar maneras para que nos parezca menos difícil todo ello. Y ser capaces, sin recurrir a las aplicaciones de control, de conseguir ese acompañamiento.
Así pues, ¿cómo hacemos autónomos y responsables a los niños y jóvenes en sus tareas educativas, cuando estas requieren de un dispositivo digital? ¿Cómo hacemos que no resulte una carga, para el centro ni para las familias? ¿Cómo formamos a las familias para que puedan acompañar con seguridad y protección a los menores?
Y sobre todo, si no nos interesa o resulta útil el entorno virtual, ¿qué camino podemos seguir por el acompañamiento?
Trabajar unidas por un enfoque universal
Para ir concluyendo: la tecnología puede aportar ventajas en el trabajo en las aulas, cuando se dan las condiciones de edad y maduración para trabajar el desarrollo de habilidades competenciales técnicas. Habilidades como:
- Búsqueda de información
- Seguridad digital
- Resolución de problemas
- Trabajo en equipo
- Otras habilidades sociales como: relacionarse saludablemente, pensamiento y opinión crítica…
Pero este trabajo sólo se podrá realizar si garantizamos una integración educativa que tenga continuidad en casa. ¿Cómo? Mediante pactos y acuerdos de uso comunes entre docentes y familias, además de formación amplia y específica.
Es necesaria también una perspectiva estructural. La educación digital en la infancia no debería estar cotejada con valores e intereses, ni depender de competencias individuales de los miembros de las familias, tampoco de las situaciones económicas de cada hogar.
El acceso a la tecnología debe estar garantizado en términos colectivos y universales, tratando de realizar una transición segura y amigable hacia la digitalización para todas las partes. Y esto es posible si establecemos los límites escuchando a las que trabajan día a día con infancia y adolescencia, y si estrechamos el vínculo con las necesidades de las familias.
Es decir: si hacemos más fuerte la alianza de toda la comunidad que estamos criando y educando. Sólo así alejaremos la sensación que tenemos actualmente: que somos David luchando contra el Goliat-monstruo de la tecnología (y todos los intereses que hay detrás).
¿No eres usuaria de la cooperativa y quieres recibir los artículos y recursos sobre infancia y pantallas? Déjanos aquí tu correo electrónico y te enviaremos el boletín trimestral.