Derecho a la privacidad de los menores, mucho trabajo por hacer
Recuperar el derecho a la privacidad en el uso que se hace de nuestros datos en Internet es uno de los retos que tiene la sociedad actual para hacer frente a la emergencia digital.
Y si queremos proteger nuestros datos… puede que empecemos por proteger uno de los grupos más vulnerables de la sociedad: los menores.
El derecho a la privacidad y a la intimidad es uno de los derechos fundamentales de los niños que más habitualmente es vulnerado.
Y encontramos un claro ejemplo de ello durante estas fechas. Desde hace unos años, con el comienzo del curso escolar, llegan los ya famosos formularios de autorización que deben firmar madres y padres.
Unos formularios que permitirán a la escuela publicar imágenes en redes sociales y otras plataformas digitales sin demasiado control, y que a menudo los progenitores firman a regañadientes por el temor de que no firmarlo pueda repercutir negativamente en la integración del niño dentro del grupo.
En el artículo de hoy, queremos dar a conocer dos iniciativas muy diferentes, pero igual de comprometidas con los derechos de los menores. Nos referimos a La Plataforma por los derechos digitales de los menores y al Manifiesto Infancia y Pantallas.
Concienciar al sector educativo sobre la necesidad de preservar la privacidad de los niños y niñas
Nacida en 2021, la Plataforma de los derechos digitales de los menores surge a raíz de la llamada, a través de las redes sociales, de una madre que había sufrido un caso surrealista.
La madre había sido advertida por el centro educativo de que su hijo corría el riesgo de ser apartado de ciertas actividades del grupo si ella no firmaba la autorización para que saliera en las redes sociales.
La madre compartió su caso en redes y descubrió que no estaba sola. Que aunque surrealista, esta situación se repetía a menudo. Más de un centenar de correos electrónicos dieron respuesta a la llamada y se convirtieron en la semilla de lo que actualmente es la primera plataforma que se preocupa específicamente por los derechos digitales de los menores.
Y el tema interesa, tal como demuestran las entrevistas que han dado en varios medios de comunicación.
Mireia Torres, portavoz de la plataforma, explica que los tres principales problemas que se dan en los centros educativos y preocupan a las familias, son:
- La difusión masiva de las imágenes de las criaturas.
- La sensación de que proteger la privacidad de los hijos resulta prácticamente imposible.
- El mensaje que se transmite: que la actividad en las redes es más importante que la propia actividad educativa.
Mireia Torres afirma: “lo que queremos es que se tomen las medidas adecuadas para proteger la vida digital de los menores de 14 años. Por eso, el objetivo esencial de la plataforma es concienciar al sector educativo sobre la necesidad de preservar la privacidad de los niños e impulsar un cambio en las prioridades de los organismos competentes como la APDCAT (Agencia catalana de gestión de los derechos de imágenes de los menores) o el Departamento de Educación”.
Según la normativa del Departamento de Educación, los datos personales de los alumnos, entre los que se encuentran las fotografías, no se pueden utilizar para ningún fin diferente del educativo (función educativa y orientadora). Y si se hace, debe autorizarse.
«Pero la autorización que llega a las madres y padres es propia del centro escolar y acaba coaccionando a las familias«, comenta Mireia. «Los formularios de autorización no nos permiten decidir diferenciando los canales de comunicación donde se comparten las imágenes, sino que nos hacen decidir de forma unilateral y para todo el curso: o damos consentimiento o no lo damos», afirma.
Llegados a este punto, resulta imprescindible diferenciar entre la captación de imágenes y la difusión masiva de estas imágenes.
Y es que las fotografías y vídeos grabados no tienen por qué publicarse en redes donde tienen una difusión masiva. De hecho, a menudo se hacen llegar a los padres a través de la intranet de la escuela o de canales de comunicación personales (correo), práctica recomendada por el departamento de educación.
Ahora bien, por el trabajo extra que supone, muchas escuelas no hacen diferenciación entre las imágenes promocionales y las imágenes para las familias, y si los padres no dan su consentimiento general, a menudo se quedan sin recuerdos de sus hijos, todo un agravio comparativo con el resto de familias que si obtienen vídeos y fotografías.
Para evitar estas situaciones y proteger la huella digital de los menores, desde la plataforma piden que las autorizaciones especifiquen:
- el canal de difusión (intranet, web, Instagram, Tik Tok, etc.)
- el período de validez de la autorización
- el derecho a revocar el consentimiento cuando se desee.
La Generalitat de Catalunya dispone de un modelo de formulario de autorización de derechos de imagen que da opción a elegir en función del canal. «Ahora sólo hace falta que esta normativa se aplique», dice Mireia.
Pero un formulario adecuado sólo solucionará la mitad del problema. Si la familia no da su consentimiento, volvemos a encontrarnos con situaciones como la mencionada anteriormente, donde el niño corre el riesgo de ser apartado de ciertas actividades.
Se dan casos en los que se pide a los niños que se giren o que se sitúen en el fondo para ser tapados, prácticas que igualmente implican una señalización del menor dentro del grupo y que están expresamente prohibidas por la normativa.
Incluso, en casos muy extremos (aunque bastante habituales), se marca al niño o niña con un distintivo. “En escuelas con muchos niños, si el centro contrata a un fotógrafo profesional para las fotos, es común que les hagan una X en la mano para que el fotógrafo sepa quién no puede aparecer” detalla Mireia.
Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Cómo puede una escuela promocionarse en las redes sociales? ¿Qué hacer con los niños que no pueden aparecer en las imágenes?
Aquí el problema real es de fondo:
“El 90% de las empresas utiliza las redes sociales para darse a conocer y vender su producto y hemos asumido que es normal que las escuelas hagan lo mismo (de hecho la excepción es que no estén en redes). El debate debería ser si realmente hace falta que las escuelas con niños menores de 14 años deben estar en las redes sociales. Hay que recordar que las imágenes que se cuelgan en estas redes ya no pertenecen a la persona o institución, sino que se ceden los derechos a la red en cuestión”, explica Mireia.
“Cuando una escuela utiliza a los niños para promocionar la escuela, entonces lo que está haciendo es usar a nuestros hijos e hijas como producto, cuando el producto real de una escuela es el modelo educativo (sus valores, sus dinámicas o la metodología)”, concluye.
Como resulta muy difícil convencer a las escuelas de abandonar las redes sociales, lo que recomienda la entidad es colgar otro tipo de contenidos, tales como fotografías de las instalaciones y de los materiales pedagógicos, infografías que expliquen el modelo educativo o los ejercicios que se realizan, etc.
Para combatir las prácticas expuestas y aportar soluciones, la plataforma realiza tareas de divulgación y concienciación a través de sus canales de comunicación. También realizan charlas y formaciones en los centros educativos (también a las familias en caso de que lo necesiten) y propuestas concretas de medidas a las autoridades competentes.
Si quieres asegurarte de que la huella digital de tus hijos está protegida, puedes informarte en su web o seguir su canal de Twitter.
Impulsar la regulación de las empresas de tecnologías digitales
Liliana Arroyo y Anna Ramis, impulsoras del Manifiesto Infancia y Pantallas, creen que el entorno digital actual tiene un gran impacto sobre una serie de derechos que se establecen en la Convención sobre los Derechos del Niño, como el de la educación, la privacidad, el acceso a la información o la libertad de expresión.
En cuanto a la privacidad, el manifiesto no pone el foco en las escuelas sino en el mundo empresarial.
Los intereses económicos y el colonialismo de datos, favorecen que las empresas comercialicen productos de hardware o software para menores, con la intención de obtener datos sobre los niños desde pequeños.
Tal y como denuncia el manifiesto. Esto tiene un doble efecto pernicioso.
- Por un lado, los problemas sobre el desarrollo cognitivo, físico y psico-emocional de las criaturas que puede generar un uso excesivo de pantallas.
- Y, por otro lado, la propia explotación de los datos de estos menores
La sobreexposición a las pantallas obliga, pues, a repensar y revisar las estrategias educativas actuales. Es necesario potenciar la búsqueda de evidencias científicas sobre los riesgos sobre la salud, mejorar la regulación de contenidos y limitar la recolección de datos.
El manifiesto propone actuar de forma preventiva y estructurada a partir de 7 principios (en catalán). Por su relación con el uso de datos y la privacidad que tratamos en este artículo destacamos los siguientes:
- No utilizar nunca imágenes donde haya menores de 6 años utilizando una pantalla en ninguna situación ni contexto y ayudar a sensibilizar en la prevención de la adicción infantil en las pantallas.
- Orientar y acompañar a las familias para que la convivencia digital sea respetuosa con la salud, las necesidades y el ritmo de los niños.
- Impulsar la regulación de las empresas de tecnologías digitales para limitar las posibilidades de recabar información personal sensible de los niños con fines comerciales.
Son ya muchas las instituciones de ámbitos como la salud, la pedagogía, la psicología y la educación que se han adherido al manifiesto, entre colegios oficiales de médicos, pedagogos y psicólogos; facultades de ciencias de la educación y psicología; entidades del mundo social, la salud mental y la infancia; y federaciones de asociaciones de familias.
Por supuesto, Somos Conexión no podía faltar y también nos hemos adherido.
Si deseas más información, puedes encontrarla en su web (en catalán). Y te animamos muy especialmente a firmar su manifiesto.